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¿Y si todavía no fuese demasiado tarde para empezar a ser feliz?
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Monjes tibetanos emiten calor donde otros podrían morir de frío
Los Monjes entraron en un estado de meditación profunda. Hojas mojadas en agua fría fueron colocadas por encima de sus hombros. En estas condiciones, una persona común podría tiritar incontrolablemente y la bajada de la temperatura corporal incluso podría ocasionar la muerte, explica el artículo.
Los monjes, sin embargo, se mantuvieron cálidos y secaron las hojas con sus cuerpos. Una vez que se secaron las sábanas que cubrían sus cuerpos, más sábanas mojadas y frías volvieron a ponerlos. Cada monje secó tres hojas en el transcurso de varias horas.
Herbert Benson, que había estudiado la técnica de meditación desde hace 20 años, dijo al Gazette: “Los budistas sienten que la realidad en la que vivimos no es el final. Hay otra realidad que podemos aprovechar, y esa es afectada por nuestras emociones, por nuestro mundo cotidiano. Los budistas creen que este estado de ánimo se puede lograr haciendo el bien por los demás y por la meditación”.
Fuente: Universidad de Harvard
La metáfora del granjero y el asno
Había una vez un granjero que tenía un asno muy, muy viejo. Un día, mientras el asno estaba caminando por un prado, pisó sobre unas tablas que estaban en el suelo, se rompieron y el asno cayó al fondo de un pozo abandonado. Atrapado en el fondo del pozo el asno comenzó a rebuznar muy alto. Casualmente, el granjero oyó los rebuznos y se dirigió al prado para ver qué pasaba. Pensó mucho cuando encontró al asno allí abajo. El asno era excesivamente viejo y ya no podía realizar ningún trabajo en la granja. Por otro lado, el pozo se había secado hacía muchos años y, por tanto, tampoco tenía utilidad alguna. El granjero decidió que simplemente enterraría al viejo asno en el fondo del pozo. Una vez tomada esta decisión, se dirigió a sus vecinos para pedirles que vinieran al prado con sus palas. Cuando empezaron a palear tierra encima del asno, éste se puso aún más inquieto de lo que ya estaba. No sólo estaba atrapado, sino que, además, lo estaban enterrando en el mismo agujero que le había atrapado. Al estremecerse en llanto, se sacudió y la tierra cayó de su lomo de modo que empezó a cubrir sus patas. Entonces, el asno levantó sus cascos, los agitó, y cuando los volvió a poner sobre el suelo, estaban un poquito más altos de lo que habían estado momentos antes. Los vecinos echaron tierra, tierra y más tierra, y cada vez que una palada caía sobre los lomos del asno, éste se estremecía, sacudía y pisoteaba. Para sorpresa de todos, antes de que el día hubiese acabado, el asno apisonó la última palada de tierra y salió del agujero a disfrutar del último resplandor de sol.
Fuente: Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Un tratamiento conductual orientado a los valores (Kelly G. Wilson y M. Carmen Luciano Soriano
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